Si agosto fue tormentoso para la economía, septiembre será más traumático porque los efectos serán expansivos. La crisis dejó de ser cambiaria; ya es política. El presidente Mauricio Macri es cuestionado no sólo por la oposición, sino también por el fuego amigo y hasta por todos aquellos que propiciaron su candidatura a presidente de la Nación. La conspiración política, atribuida a cierto sector del peronismo, es una pieza más de este gran rompecabezas que se ha convertido la Argentina.
Macri atraviesa uno de los peores momentos de su gestión, que arrancó el 10 de diciembre pasado. El mercado le ha dado la espalda. ¿Pruebas? La alteración de los inversores es tal que el dólar se ha desbocado y ayer terminó por encima de los $ 34. En Nueva York también reina la desconfianza sobre el rumbo argentino. El default es un término que se ha instalado en varios sectores como consecuencia del fuerte aumento del riesgo país. Cuentan que, cuando fue la misión del Gobierno a explicar las medidas que se toman en el país para bajar el déficit fiscal, hubo varios inversores que abandonaron la sala con gestos de incredulidad. Ayer, en Wall Street, las acciones de las compañías argentinas cayeron hasta un 9%. Toda una señal. Macri irá en septiembre a Nueva York para tratar de clarificar hacia dónde va el país.
“Para ordenar esta economía, que es un quilombo, necesitás un ministro de Economía. Si no hay un responsable que tenga la visión general, se nos van a ir los desequilibrios”. La opinión es del ex ministro de Finanzas, Alfonso Prat-Gay. En la misma línea y con otros términos, Carlos Melconian coincidió con eso. El ex presidente del Banco Nación señaló ayer que el país tiene arreglo, pero para eso necesita alguien que pilotee la transición con dinero en el bolsillo. Ambos, sin decirlo, apuntan hacia la Jefatura de Gabinete como uno de los causantes de tantos “errores no forzados” de la gestión.
El “blindaje” del FMI sólo aspira a otorgar más tiempo para restablecer el equilibrio en el mercado cambiario, acelerar la convergencia de los desequilibrios fiscales y externo, así como generar un clima de mayor confianza que permita llevar tranquilidad a los inversores, dice el economista Gustavo Ber. Pero esos inversores reaccionaron mal después de escuchar el mensaje presidencial.
¿Por qué hoy es una crisis política más que cambiaria? Los analistas consideran que la prueba de eso está en la mirada diferente de ver lo que hace Macri, sobre cómo lo hace y cómo lo comunica. “El Gobierno gastó una bala de plata, la flexibilidad del acuerdo con el FMI; y además Macri trató de explicar en dos minutos lo que pasa. La sociedad necesita más respuestas”, describió el politólogo Sergio Berensztein.
El ajuste es un camino que no tiene retorno. Macri lo supo antes de optar por el gradualismo. Sin embargo, apeló a una frase que hoy es un estigma para su administración: “lo peor ya pasó”. Y no pasó. Se agudizó por no decir toda la verdad y nada más que la verdad respecto del rumbo económico del país. Pudo haber culpado a la herencia recibida (una economía demasiado artificial montada en la emisión monetaria), pero hoy no puede apelar sólo a ese argumento. Los yerros son propios, por acción u omisión. Y hay algo de viento externo. Pero la tormenta es argentina.
Algunos gobernadores resisten las restricciones presupuestarias. El tucumano Juan Manzur ha decidido ponerse del lado de los “duros” en la convicción de que menos ingresos transportará a la provincia hacia el déficit fiscal. Ese es un pozo al que Tucumán ya conoce y del que es difícil salir. Pero no sirve mantenerse en esa postura cuando las negociaciones de los gobernadores son más individualistas que colectivas.
Nunca es tarde un acuerdo político, en serio, de todos los sectores. Más aún frente al difícil calendario de la primavera macrista: un 15 de septiembre con los ojos puestos en el Congreso por el Presupuesto 2019; un 24 de protestas de la CTA y un 25 de paro general cegetista. Un 27 con la confirmación del impacto de la crisis cambiaria y el freno económico en los indicadores de pobreza y de indigencia. Las nubes siguen sobre la economía argentina. El país depende más que siempre de la pericia del piloto de tormentas y de su decisión de virar el rumbo.